En un momento de su vida, Margarita Azurdia fue vista en Guatemala como una mujer excéntrica, como una loca. Corría la década de 1980 y a la artista se la conocía por organizar extrañas danzas sagradas en su casa-estudio, danzas que rendían culto a la Diosa Madre. Azurdia nunca alcanzó a saberlo, pero hoy en día aquellas danzas se etiquetan como perfomances y son consideradas acciones pioneras en el arte contemporáneo de Centroamérica.
Lo que más disfrutó esta creadora fue el cambio. Azurdia (Antigua Guatemala, 1932 – Ciudad de Guatemala, 1998) viró su rumbo en incontables ocasiones: pasó de ama de casa con tres hijos a joven promesa del arte centroamericano, de crear obras informalistas y abstractas a interesarse por la escultura, la poesía y los dibujos, de bailarina posmoderna influenciada por el París del 68 a ferviente defensora de la naturaleza y la diosa Gaia. También tuvo tiempo de jugar con los heterónimos: Margot Fanjul fue su primer nombre, al que luego siguieron otros como Margarita Azurdia, Margarita Rica Rita Dinamita o Anastasia Margarita.
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